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16.02.2006

Javier Vitoria destaca las implicaciones que supone la pobreza para la Iglesia rica

Con un discurso no exento de una deliberada provocación e ironía, en algunos momentos, que provocaron la sonrisa y complicidad del público que casi lleno el Salón el Carmen de Indautxu en el que se desarrolla la semana que cierra la campaña de la diócesis “Pobreza Cero”, el teólogo y presbítero diocesano Javier Vitoria abordó su conferencia “Pobreza del mundo y la Iglesia sacramento de salvación” tomando como punto de partida un discurso que para él supone una bendita provocación, discurso de Juan Pablo II durante su visita a África en 1990 en el que el Pontífice se preguntaba como juzgará la Historia a una generación que tiene todos los medios para alimentar a la población del planeta y se autoexcusa para no hacerlo en una ceguera fraticida .

Tras la introducción a la tercera jornada por parte de Maite Valdivieso, directora de Secretariado Pastoral Obrera, Vitoria cuestionó el papel de las altas jerarquías de la Iglesia “podemos hacer algo más que discursos para evitar que los pobres sigan esperando. ¿No resultan chocantes, y lo digo con el máximo respeto, las eucaristías imperiales del Vaticano en las que el Papa da la comunión a los representantes de los grandes del mundo vestido con ropajes de uso exclusivo de los ricos? En vísperas de la entrada del Tercer Milenio Juan Pablo II recordaba que en Jesucristo el tiempo llega a ser una dimensión de Dios que en sí mismo es eterna. Bellísimas palabras, pero, ¿qué consuelo y esperanza les ofrecen esas palabras a las victimas de esta época tan despiadada?, ¿qué consuelo les aporta saber que el tiempo es una dimensión de Dios?“.

Con un recuerdo y reconocimiento a las organizaciones misioneras en las que hombres y mujeres dan la vida sin límite quiso dejar claro que su intervención, aunque en algunos momentos lo pareciera, no era el desahogo de un teólogo infeccionado por ideas más o menos progresistas. Pero sí reivindicó un retorno al verdadero espíritu de Jesús crucificado “la primera mirada de Jesús fue sobre las existencias humanas rotas por el sufrimiento, Jesús sometido a la voluntad de los que sufren, algo que no puede ser ignorado por la Iglesia sino que ha de servir de base a la crítica de nuestros comportamientos”.

Alertó a la sociedad del siglo XXI sobre el verdadero y gran mal de nuestro tiempo que no es otro que la incapacidad de ver, de mirar con el corazón del evangelio, en una sociedad marcada por los ritmos de un mercado competitivo que se olvida de los que no puedan comprar ni consumir, hay que mirar con el corazón “porque eso nos llevará a descubrir que el mercado se ha convertido en un ídolo que produce victimas y lo menos cristiano es decir que no hay nada que hacer. Es necesario trabajar en la esperanza porque con los ojos del corazón podemos ver que la verdad del ser humano es el ser con y para los otros. Para conseguir ese objetivo tenemos los cristianos la energía espiritual”.

Como conclusión final Vitoria consideró que la sociedad debe de plantearse algunas prácticas de solidaridad en tres ámbitos: educativo, político y económico. En el primero de ellos capacitando a los alumnos solidariamente con tres objetivos: esperanza, mirada y compasión samaritana. En lo político desarrollando políticas humanísticas solidarias con el Tercer Mundo y en lo económico buscando una economía alternativa, porque según dijo “sin hacer planteamientos de austeridad solidaria no será posible salvar a los pobres del holocausto”.