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27.08.2015

Mons. Miguel Olaortua, un agustino bilbaíno en la selva Amazónica

El vicario apostólico de Iquitos -centro de la Amazonía peruana- desde el 2011, ha regresado a la región tras una estancia de un mes en Bizkaia. Hoy, día de San Agustín, recordará al fundador de la orden junto con los agustinos y sacerdotes diocesanos en el Colegio San Agustín y celebrarán una eucaristía en la parroquia. En el Vicariato trabajan una veintena de Agustinos y siete Agustinas Misioneras, junto al laicado de diversas parroquias del entorno. Cuestionamos al obispo sobre la situación en la Amazonía y el eco de la Encíclica `Laudato si´.

Ha vuelto al Perú tras unos días de vacaciones ¿Extrañaba su tierra?
Como bien dices, acabo de llegar del País Vasco. Allí he pasado mis vacaciones junto a mis hermanos y sobrinos la segunda quincena de julio y la primera de agosto. He tenido la alegría de asistir al matrimonio de dos de mis sobrinos: uno se casó en la Universidad de Deusto y la otra en la Parroquia San José, de los Padres Agustinos. Esta era mi parroquia desde niño. Allí he recibido mi confirmación, mis votos religiosos simples y solemnes, mi ordenación sacerdotal y mi consagración episcopal. También han sido ahí los funerales de mis padres, bautizos de algunos sobrinos… para mí es una parroquia unida a mi vida y a la de mi familia. De allí salí y allí vuelvo cada vez que puedo. Con la comunidad agustiniana pasé la quincena de julio que, como siempre, me acogieron como verdaderos hermanos. La quincena de agosto la pasé en Lekeitio, disfrutando de la familia y del mar. Ambas cosas son las que más echo de menos en Perú, además de algunas riquezas gastronómicas de nuestra tierra (un buen marmitako o un buen pescado de mar).
Y, ¿la experiencia en esas tierras?
Positiva. Como en todas partes hay cosas buenas y otras no tanto. Hay muchos contrastes en todos los sentidos. Me quedo con la sencillez de su gente, el conformarse con poco, el no complicarse la vida. Cuando uno vive aquí y sobre todo, cuando visita las comunidades de los ríos, valora muchas cosas que a nosotros nos parecen normales: la luz, el agua, la seguridad, la sanidad… en fin, este es otro mundo que te hace cambiar de chip en cuanto pisas tierra loretana pero, como dice la canción: Iquitos es la tierra del Dios del amor.
Pastor de una población de más de un millón de habitantes, ¿ha sido costoso adaptarse al lugar? ¿Y a los lugareños les ha costado adaptarse a un bilbaíno?
Llevaba casi 21 años en el Colegio San Agustín de Zaragoza dedicado a la docencia y también a la vida pastoral parroquial y educativa. Cuando me eligieron obispo, era el director del colegio y vicario parroquial. Lógicamente, el cambio ha sido enorme y repentino. De la noche a la mañana te encuentras con un cambio de clima, cultura, tradiciones, ritmo de vida, alimentación… Todo distinto, hasta el idioma. Es el castellano también, pero hay cosas y conceptos que son distintos y ves que no te entienden en todo lo que dices, ni tú a ellos. Menos mal que los frailes estamos acostumbrados a los cambios y a no apegarnos a los lugares ni personas. Lo más difícil es la lejanía de tus seres queridos, de tu familia y amigos; aunque aquí también van surgiendo nuevas amistades. En cuanto a ellos, yo creo que sí se han adaptado bastante bien a mí. Fui muy bien acogido por el pueblo loretano. La toma de posesión fue un canto de entrega y amistad a un obispo que para ellos entonces era desconocido, pero que representaba una gran esperanza. Poco a poco nos hemos ido conociendo y adaptando entre todos.
¿Cómo se ha recibido la Encíclica entre los creyentes de la Amazonía?
La Encíclica del Papa sobre la creación es una bendición de Dios que nos da un soporte magisterial a nuestros pronunciamientos. Temas como los derrames de petróleo en los ríos, desforestación de los bosques, la contaminación, la corrupción…están a la orden del día. Esta semana hemos tenido un paro regional debido a la concesión de un lote a una empresa petrolera. El Vicariato en alguna ocasión se ha hecho presente en la defensa de poblaciones que sufre los derrames (falta de alimentación-pesca, enfermedades…) Se dice que la Amazonía es el “pulmón de Perú” y en cierto modo, reserva para el mundo. Por eso el Papa Francisco la cita explícitamente en su Encíclica (n. 38). Debe ser una preocupación del mundo entero el cuidar estas reservas naturales, aunque los que vivimos aquí tengamos más responsabilidad.
¿Han difundido y trabajado el texto de manera especial?
Todos sabemos la repercusión que ha tenido este documento en el mundo entero, ya que el Santo Padre pone en tela de juicio el sistema económico actual. Por nuestra parte, nosotros sí que hemos dado a conocer esta Encíclica a través de reuniones, asambleas, formación de agentes de pastoral, en las diversas parroquias y a nivel vicarial. Por otra parte, también está la defensa de los grupos humanos, de las distintas etnias y sus tradiciones culturales. La Iglesia también juega aquí un papel fundamental. Al final, los indígenas confían en nosotros y llaman a nuestra puerta cuando necesitan ayuda o asesoramiento. Con ellos también tenemos una pastoral rural específica y varios encuentros anuales de formación sobre distintos temas.
¿Queda aún mucho trabajo por realizar para que las personas recuperen su dignidad?
Bueno, la dignidad la tienen las personas por sí mismas, lo que hace falta es que siempre y en todo lugar se les reconozca, cosa que aquí no ocurre en muchas ocasiones. En estas tierras todavía hay mucho materialismo que esclaviza al ser humano y le hace dependiente, mucho machismo que rebaja a la mujer (aunque sea quien lleva adelante a la familia). Hay muchas ocasiones y lugares de “esclavitud” en los que las personas creen que tiene que ser así. Este es uno de los retos de la Iglesia local. Nosotros debemos acompañar, asesorar y defender a todos, pero de un modo especial a los más débiles. En el Vicariato tenemos una Comisión de Derechos Humanos que se encarga fundamentalmente de estos temas. Últimamente, apoyados por Misereor, están llevando a cabo diversos talleres sobre la promoción de la mujer, defensa de los niños, trata de personas… Esto no sólo en la ciudad, sino también en las comunidades de los ríos.